Doña Paciencia S.L.
(2ª parte)
-¿Sí…?- se oye otra voz femenina.
-¡SÍ, QUÉ?- le grito.
-¿En qué puedo ayudarle?
-Que me dé su dirección, la calle, el
número y el horario!
-Imposible, señora, no puedo darle
esa información…
-¿Por qué?-le pregunto.
-¿Por qué, qué?-me dice .
-Cago en todo, que por qué no puede
darme la dirección, qué pasa, que no tienen dirección, o no tienen oficina, en
algún sitio estarán ¿no? ¡Pues sólo quiero saber dónde!
-¿Cuál es el motivo de su consulta?
-Joer…otra vez! Que me dé la
dirección, leñe!.
-¿Desea usted concertar una
entrevista personal?
-Sí, éso, éso! Justo lo que quería.-le
respondo, suponiendo que, si me dá cita, me tendrá que dar la dirección.
Por fin! Alguien que me entiende.
Después de darle mis datos la chica de centralita teclea un rato y me habla de
nuevo:
-Sra.Estrella, si tiene a mano un
papel, anote, por favor.
-Dígame- le contesto. No me hace
falta anotar nada. Lo memorizo, paciencia ya no tengo, pero memoria mucha.
-Su visita personal con Doña
Paciencia será a las 17:30 horas del
Jueves, 23 de Enero…
-Pero oiga, yo quería la cita para
hoy…¿no puede ser hoy?
-¿Hoy…?- y la oigo cómo se ríe,
jiji, qué risa de bruja, lo que es. Y añade:
-Imposible, hay una larga lista de
espera, le doy cita ¿o no?
-Bueno, de acuerdo, hoy estamos a
21, creo que podré esperar dos días para sacarle los ojos a la zorra de su jefa.
-No, no, perdone- me dice la chica-
apunte bien el día y la hora. Le repito: Jueves, 23 de Enero del 2053, a las
17:30.
-Perdone, ¿ha dicho 2053? Eso qué
es, ¿el año?,no me joda…
-Sí, señora, es lo más pronto que
puedo darle, tenemos visitas concertadas hasta el año 2079, sin embargo, ha
tenido usted suerte, ha habido una anulación y he podido adelantarle la cita,
por eso no tendrá que esperar tanto.
-Vamos a ver…¿estamos todos locos o qué?
Que estamos en el 2011!, para el 2053 quedan 42 años, oiga, yo tengo 48, o sea
que el día de la puta visita tendré 90, si es que no me he muerto, claro.¿ A mí
qué mierda me va a importar a los 90 años la paciencia que me quede? ¿Usted
cree que yo a esa edad voy a estar para visitas? Además, yo no quiero una
entrevista personal en plan formal, yo lo único que le he pedido es la
dirección de sus oficinas para presentarme ahí y pegarle una paliza a doña P.,arrancarle
la peluca y partirle los dientes, y luego, si no me quedo a gusto, prenderle
fuego a todo el edificio, o echar un cóctel molotov, lo que surja, y si además
me encuentro con usted, tía cerda, pues también pilla, ¿entiende lo que le
digo?
-Un segundo, por favor, estoy
procesando…- me dice. Y se pone a teclear otra vez!
¡Arggggggggfffffff!¡No puedo más, Dios,
qué impotencia! Me la estoy imaginando, con su enorme culo, sentada en la
centralita con el auricular en su asquerosa oreja con pendientes de baratija
colgando, limándose las uñas, no, qué digo!, depilándose el bigote con pinzas.
Y entonces, inexplicablemente, oigo que me está diciendo la dirección de las
oficinas. ¡No me lo puedo creer! Pero sí, lo ha dicho! y lo consigo anotar
todo, calle, número…me falta el horario. Le hablo, ya más amable:
-Muchas gracias, anule la cita que ahora
mismo voy para allá, ¿qué horario tienen?
-Repita la consulta por favor.
-¡El horario, estúpida! ¿sabe lo qué
es un horario, o no está programada para tanto?
-¿Cuál es la consulta? Especifíque
por favor…
-Joder, que a qué hora están ustedes
ahí, en la oficina, haciendo el gilipollas y atendiendo al público, mejor
dicho, dando por culo a la gente…
¡Clik! Se corta la comunicación.
¡Sgrunch!...Me rechinan los dientes.
Estoy al borde de una pataleta, miento… ¡tengo una pataleta! Y cuando tengo una
pataleta…soy capaz de cualquier cosa. Yo soy muy buena, pero cuando me toman
por imbécil…o me toman el pelo y me percato, lo siento, tengo ese subidón
llamado “pataleta”, que me convierte en un ser atroz, capaz de cometer
atrocidades varias, como que si tengo delante ahora mismo a la doña P de
Puerca, pues no me corto un pelo y me lío a darle de hostias hasta en el carnet
de identidad, y me quedo tan ancha. Y luego, a lo mejor, me arrepiento, pero en
ese momento es lo que me pide el cuerpo y el alma. Es lo que tienen las
pataletas.
Brrrrrrrr, bueno, me dá igual, ya tengo lo que
quería. Ya sé donde están. Me muero de ganas por ir y encontrarme cara a cara
con Doña P de Petarda. ¡La Ministra! Qué ministra ni qué leches, pandilla de
anormales…se van a enterar de lo que es una persona sin paciencia.
Como estoy de lleno en mi pataleta,
mi mente corre tan rápido como mis piernas. Estoy en el andén del metro, al
abrirse las puertas, es tal el ansia que tengo, que, sin darme cuenta, empujo a
una vieja que quería entrar antes que yo, ha perdido el tren y la aún oigo cómo
me llama asquerosa, gamberra etc. Le grito: “Que te jodan vieja, tengo una
pataleta!” Dios, qué me está pasando, yo no soy así, todo por culpa de Doña P
de Puta. No me reconozco, me sudan hasta las uñas! Trato de recuperar la calma.
…¡No puedo! Un tío se me acerca
demasiado y, aunque hay muchos pasajeros, lo siento, no me dá la gana. Le grito:
“¿Por qué no te vas a restregarte con tu puñetera madre, tío cerdo?” Todo el mundo
me mira, en silencio. Les digo: “¿Qué coño miráis, imbéciles, tengo monos en la
cara?”, me dejan de mirar, todos, menos un yupi hortera con traje y maletín, y
le grito: “¿Y tú, por qué no te miras las pelotillas del culo, capullo, en vez
de mirarme a mí?”
¡Ufffff! ¡Mi parada!, menos mal, ya me bajo, si sigo
aquí se va a liar gorda. Al salir del metro, prefiero ir directa y mirar sólo
calles y números, tal y como estoy no me conviene mirar a nadie más que se
cruce en mi camino.
Ando y ando…y cada vez me alejo más
del centro, hasta que por fin encuentro la calle. Estoy en las afueras, en un
barrio donde apenas hay casas, es como un polígono industrial…y cuando ya he
dado con el número que busco, ¿qué me encuentro?, un edificio abandonado, medio
en ruinas, que debió ser una fábrica años atrás. ¡No puede ser! Tengo que
haberme equivocado. Mientras me voy acercando, observo a mi alrededor. El paisaje
es desolador, montañas de escombros y basura por todas partes. Tres niños
pequeños juegan en medio del solar lanzando piedrecitas a un montón de botellas
vacías de cristal colocadas en hilera, se ríen y hablan entre ellos, pero no
les entiendo. Deben ser rusos o polacos. Un poco más allá, a la entrada de la
fábrica abandonada, hay una mujer, sentada delante de una pequeña hoguera hecha
en el suelo. Tiene una botella en la mano, me está mirando mientras me acerco
hasta ella, y me pregunta, con acento extranjero:
-¿”Quí” buscas?
-Unas oficinas,- le digo- pero creo
que no es aquí.
-¿”Ofisinas”…?, ésta es mi “oficina”-
me dice, riéndose, luego tose y le dá un trago a la botella.
-Me han dado esta dirección, pero aquí
no está quien yo busco.
-¿Y a quién buscas?
-A Doña P- murmuro entre dientes-
déjalo, creo que me han tomado el pelo.
-¡No, no, chica!- exclama la mujer-,
no “ti” han tomado pelo, ¿has dicho doña P? ¡”Yo” soy Doña P!
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario